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Actualización última: 7 de de abril de 2025
Diccionario histórico de los pesos y las medidas tradicionales utilizados en España (autorizado con textos en español, gallego y catalán) y que incluye, además, palabras “afines” a dicha temática en castellano, DHPMTRADICIONALES
José Castaño Álvarez
Advertencia. Este diccionario se está trasladando poco a poco desde el formato Word a esta base de datos. Las unidades de medida que comienzan por a / b / c / d / e / f / g/ h / i / j / h / i / j / k / l ya se pueden consultar si bien se nos ha podido pasar alguna medida de no mucha importancia. De las restantes letras, aunque ya se han pasado algunas a la base de datos, faltan aún bastantes entradas. Las palabras “vara” y “yugada” ya se pueden consultar también. Cuando se termine de trasladar la letra z, se volverá a revisar todo el diccionario desde el principio. Una segunda revisión se hace necesaria ante un documento tan extenso que vendrá a ocupar 1900 páginas en dina 4 aproximadamente. Mientras tanto y tan pronto como se detesta un error de contenido, tipográfico, etc., se corrige al instante. En el caso de citar esta obra, se hace necesario hacer constar el día, mes y año dado que está en constante revisión.
A. ASPECTOS FORMALES
1. Se trata de un diccionario peculiar. Se afirma que no hay dos diccionarios iguales y este no es igual a otro. Hay que decir, sin embargo, que el DHLE-1960, el Diccionario Histórico de la Lengua Española, que se comienza a editar desde 1960 por fascículos, bajo la autoridad de R. Lapesa Melgar, se ha tomado en consideración en líneas generales.
Lo peculiar o singular, no obstante, de este diccionario, bajo el punto de vista formal, radica en la utilización de las “entradas sintagmáticas” o “entradas indirectas”. Estas entradas incluyen como mínimo dos palabras: vara toledana (nombre + adjetivo), vara de Burgos (nombre + de + nombre), sintagmas extraídos del Corpus del diccionario que no tienen que ser necesariamente lexías compuestas o locuciones asentadas en el español. El adjetivo va siempre pospuesto y el nombre va regido por “de” únicamente. El adjetivo “toledana” singulariza al sustantivo vara por tratarse del patrón oficial de la ciudad de Toledo – y por extensión a toda Castilla - y que difiere de vara de Burgos. Los adjetivos y la complementación “de” + nombre tienen un valor metrológico excepcional por la información que aportan. En consecuencia, en el índice del diccionario aparecerán el adjetivo y el nombre de esta forma: toledana vara > vara toledana; burgos vara de > vara de Burgos.
En el caso de una locución o lexía compleja, el proceder es el mismo como sucede con: “onza de seda”; seda onza de > onza de seda. No todo el mundo supone que la palabra seda se combina con onza por medio de la preposición de para componer una unidad de medida: onza de seda, a la que hay que sumar: libra de seda y dedal de seda. En consecuencia, “seda” queda alfabetizada en el índice del diccionario así: seda dedal de / seda libra de / seda onza de y por otra parte: dedal de seda / libra de seda / onza de seda. Por otra parte, “onza” como peso, ponderal y longitud tiene su propia entrada. Si en los diccionarios al uso, hay que acudir al lema “onza” para saber de su fraseología y locuciones, en este diccionario, con un solo golpe de vista se contempla toda la sintagmática de “onza” con los correspondientes atributos semánticos que pudiere haber.
Un gramático o un lexicógrafo podrá decir que el concepto asentado y aceptado de entrada de diccionario se ha “desnortado”. En nuestro caso, el uso de las “entradas sintagmáticas” o “entradas indirectas”, tiene por finalidad llamar la atención del segundo segmento. La palabra “tierra”, por ejemplo, modifica o complementa a un número elevado de palabras con los que compone unidades de medida y, tal circunstancia sintagmática, que aparece reflejada en el índice del diccionario como “atributo visual”, ha de incitar a la sana curiosidad del lector lingüista para conocerlas conceptualmente: tierra caballería de, tierra carga de, tierra carro de, tierra celemín de, tierra fanega de, tierra huebra de, tierra jornal de, etc. Véase el apartado 14. Lema: “Entrada Sintagmática” para una información más completa,
Como quiera que este diccionario se da a la estampa sin el patrocinio de ninguna institución, ya sea privada o pública, hay que aceptar las oportunas limitaciones que de tal circunstancia se pueden derivar. El trabajo que se presenta es el resultado de dedicar 18 intensos años a la medida tradicional (en adelante MEDTRA). Pero, nuestras instituciones, sea la municipal, la autonómica, la estatal, ¿son conscientes de la riqueza cultural depositada y derivada de la medida tradicional de un país, de España? Añadamos que este diccionario está registrado a nombre de José Castaño Alvarez como propiedad intelectual en la Comunidad de Madrid.
2. Las ventajas de consultar un diccionario volcado en una base de datos. Un diccionario en papel, se diría que es otra cosa tan pronto como el mismo diccionario se lee en la pantalla de un ordenador. Quizá tenga mucha razón Marshall McLuhan cuando sostiene que “el medio es el mensaje” (the medium is the message).
Hay que advertir que el presentar un diccionario a partir de una “base de datos” ha ganado en una serie de aspectos y entre ellos cabe destacar el tener a mano el índice todos términos ordenados por letras y en columna. La etiqueta “BUSQUEDAS” permite bucear en el diccionario para obtener sustanciosas informaciones. Y así podemos saber las unidades de medida que el Corpus recoge en el año 1261: arrelde, arroba, cahíz (2 veces), canadilla, cántara, celemín (3), cuarta, cuchar, fanega, marco, meajada, moyo, ochavo, peso, quintal. Cuantas veces aparece la medida fanega. También los lugares y año en que aparece libra o el Pote de Avila... Localizar las unidades de medida gallegas o catalanas…Esta base de datos es obra del talento y de la autoridad en materia de informática de Alicia Ramos Martín, profesora que fue en el I.E.S. “Ribera del Tajo”, Talavera de la Reina (Toledo).
3. Se trata de un diccionario histórico muy exhaustivo. Creemos que este puede ser el primer diccionario que aborda la MEDTRA. El lector está consultando un voluminoso diccionario histórico (a veces se diría que también es enciclopédico) cuyas citas o autoridades, el CORPUS, va avalado por textos escritos en gallego, catalán y español-castellano (incluimos bajo este “paraguas” las lenguas-dialectos romances como el astur-leonés, navarro-aragonés y la dialectología moderna que abarca desde el riojano, extremeño, salmantino, murciano, andaluz, manchego hasta el canario, incluido el español de América). Anticipamos que las entradas en gallego van en color verde, en rojo las catalanas y en azul el resto. Hay palabras árabes y en euskera, no pasan de 40, que aparecen también en azul. El dialecto navarro-aragonés medieval se acerca, en ocasiones, a realizaciones fonéticas propias del catalán, con lo que surge la duda de en qué lengua han de incluirse. Hemos optado por incluirlas como entradas castellanas. Las llamadas “entradas afines a la medida” van en color malva - véase el apartado 13-.
No era nuestro propósito inicial abarcar la metrología gallega y catalana, y debido a ello las citas o referencias son mucho menos numerosas que las redactadas en español. Sin embargo, pueden servir como preludio para quien se disponga a profundizar en el tema. Este diccionario no se olvida de la etimología y de situar el uso de cada medida en la zona que le corresponde: España, la América de habla española y Filipinas. Como todo diccionario, siempre estará incompleto y al que cabe añadir siempre nuevas entradas o artículos de diccionario, corregir uno dato y también incorporar nuevas acepciones.
4. El CORPUS: las fuentes documentales de este diccionario. Las fuentes documentales de este diccionario (DHPMTRADICIONALES) son muy numerosas y variadísimas - véase la BIBLIOGRAFÍA –. Las citas medievales son, por lo general, las más frecuentes. La voluminosa colección agrupada bajo el nombre de “Eusko Ikaskuntza” (son en su inmensa mayoría textos castellanos) dedicada a la documentación medieval y renacentista del País Vasco y Navarra nos permite documentar su metrología una y otra vez en este trabajo. En el Corpus se refleja la lengua catalana medieval a partir de la loable colección, los numerosos libros que componen la “Fundació Noguera Diplomataris”. El siglo XVIII aparece suficientemente documentado a partir de los datos obtenidos de la novena pregunta del Catastro de Ensenada, en la que era obligado responder al modo de medir la tierra agrícola. A esto se suma, una infinidad de textos de expropiaciones de propiedades rústicas y subastadas públicamente en el año 1822, que nos informa de las unidades de medida superficiales que estaban vigentes a principios del siglo XIX.
5.¿El CORPUS del un diccionario debe autorizarse con fuentes híbridas - latino-romances -? Hay corpus como el CICA, que solo incluye textos en catalán. No es el caso del magistral y modélico “Colectánea paleográfica de la Corona de Aragón“ que no es otra cosa que la suma de atributos culturales de las hermanas Mateu Ibars. Es sabido el “apego” que la Corona de Aragón tuvo a la lengua latina. El latín es una constante en la documentación oficial a lo largo de los siglos XIII-XIV...
Nos hemos planteado si se rechazaba o no el “hibridismo latino–romance”, sintagma que en su día acuñó el profesor Lapesa Melgar. Esta mezcolanza lingüística consiste «en la alternancia de elementos puramente latinos con otros enteramente romances y en un afán por barnizar con morfología latina palabras que por su evolución fonética se han independizado ya del latín o tienen procedencia no latina» y, por ello, «pocas frases constan, en su totalidad, de elementos puramente latinos; pero también son pocas las secuencias de alguna extensión enteramente libres de reminiscencias latinizantes». Para autorizar el significado de una entrada de diccionario, “en los dudosos términos de la formación de una lengua romance”, tomamos en consideración si el lema de la entrada no se reconoce ya como latina (o árabe) por haberse “desprendido” de la declinación, como es el caso de “moios” en el texto latinizado; ““abeo a uos a dare moios XX” (año 1022). Este “moio” es forma “romanceada” al estar en fase evolutiva, como es el caso de “moio”, “moyo”, “mojo”, “mueyo”. El proceso puede durar años; habrá retrocesos, vacilaciones, formas dobles. La casuística es muy amplia. Poco importa o restaremos importancia a que “moio, moyo, mojo o mueyo” aparezcan en un texto latinizado.
No debe formar parte del Corpus aquella frase latina-romance, híbrida, en la que el lema de la entrada aparece declinado:“modius, modie, modii, modium, modiorum, modiis”. Tampoco este texto de 1146 del Cartulario de Eslonza: “in casa Casa Solana trium stoporum semnadura”, en donde la medida germánica estopo aparece declinada. El mismo criterio se sigue con las medidas árabes que puedan aparecer latinizadas. El romance asentado aparece con fuerza en la escritura a finales del siglo XII y especialmente a principios del XIII. Por ello, a partir de 1250 no se insertan textos latinizados en el Corpus para autorizar una entrada. En el Renacimiento literario español, siglos XV y XVI, nos podemos encontrar con “modio” como cultismo.
Es muy importante plantearse también, si una entrada de diccionario que sea unidad de medida castellana, catalana o gallega puede autorizarse en el Corpus por otra lengua. Veamos un ejemplo: la palabra “tega” es una unidad de medida gallega únicamente, pero también la encontramos en textos escritos en castellano como respuesta a las preguntas que formula el Catastro de Ensenada (1749-54), a los pueblos gallegos. Es una voz gallega que autoriza un texto redactado en español y no en gallego. También sucede que numerosos diccionarios gallegos definen las entradas en castellano. Lo mismo ocurre con medidas catalanas y valencianas que se autorizan en español bajo la pluma del erudito J. A. Cavanilles. Por otra parte, existe un magnífico trabajo de S. Llensa de Gelcen, escrito en español, “Breve historia de las medidas superficiales agrarias de la antigüedad y estudio particular de aquellas cuyo uso es tradicional en Cataluña”, que es obligado citarlo y no tiene sentido presentarlo traducido al catalán. También hay documentos navarro-aragoneses – participan del catalán en alguna medida – que se incluyen dentro de la esfera castellana.
B. ASUNTOS DE CONTENIDO
6. Tablas de correspondencia recíproca entre las medidas tradicionales y las del SMD. Se recomienda consultar la “La unificación de los pesos y medias en España durante el siglo XIX”, de J. V. Aznar García, 2 vol., 2013, CEM. Siempre que hablamos de una unidad de medida tradicional, tenemos interiorizado su magnitud con arreglo al Sistema Métrico Decimal, como no podía ser de otra manera. La fanega se definía, antes del SMD, como la doceava parte del cahíz o la cuarta parte de una carga, para añadir a continuación que la fanega constaba de 12 celemines y 144 cuchares. Llegó el SMD y se hizo necesario establecer equivalencias con las nuevas unidades que regían y definir la fanega como una medida de capacidad de 55.5 litros, un almud 27,750 litros, una libra 460 gramos y una vara 0,836 metros. Hasta tanto la gente se entendía al decir que una vara tenía 2 codos, cada codo 2 cuartas y que 3 pies componían la vara y era usual que el sastre tuviera un patrón de la vara (un listón de sección rectangular de madera noble con cantoneras metálicas) en el que estaban marcados los 2 codos, los 3 pies, las 4 cuartas... El SMD nace oficialmente el 4 de noviembre de 1800, pero en España hemos de esperar a 1852 para saber dichas equivalencias, año en que fueron publicadas oficialmente bajo el nombre de “Tablas de correspondencia recíproca”.
El científico valenciano Gabriel de Ciscar (1760-1829) atisbó la necesidad de establecer dichas equivalencias ante el nuevo devenir metrológico. Se dedicó a estudiar la vara de Burgos, el pote de Avila y el marco oficial de Castilla y por ello las midió de acuerdo con el SMD, sistema que conocía muy bien dado que participó en las deliberaciones científicas como representante España ante la comunidad internacional. Con posterioridad, otro tanto hizo Francisco Altés, comerciante catalán dedicado al comercio entre España y Francia. Puede sorprendernos que en el “Dictionnaire universel des poids et mesures anciens et modernes…”, (1840)”, de DOURSTHER, aparezcan ya algunas equivalencias que se habían cotejado tanto en Francia como en Inglaterra.
Pero, ¿cómo se institucionaliza el cálculo de las equivalencias? La Real Orden de 19 de julio de 1849 crea “La Comisión de pesas y medidas” que se encargará de la difícil tarea de establecer las necesarias equivalencias. Los resultados se publican en el año 1852: “Las Tablas de Correspondencia Recíproca entre las medidas métricas y las que actualmente están en uso en las diferentes provincias del Reino, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 7º de la ley de 19 de julio de 1849”. Se firma esta R. O. en Madrid, 9 de diciembre de 1852. Dichas tablas aparecen editadas en la Gaceta de Madrid el 2 de diciembre de 1852, nº 6763 (corregidas en 1586). En este diccionario las denominamos: [1852 Tablas de Equivalencia].
La citada “Comisión”, en 1849, pidió oficialmente a cada provincia, para calcular las equivalencias con el SMD, dos juegos actualizados de los pesos y medidas utilizados en la demarcación territorial. Los pesos y las medidas de las provincias fueron llegando al Conservatorio de Artes desde 1849 y a lo largo de 1850. Se trataba solamente de las unidades lineales, de capacidad para líquidos, de capacidad para áridos y las de peso. Las unidades lineales (la vara y la cana) fueron cotejadas con un “nonius” que apreciaba una décima de milímetro. Para la equivalencia de los ponderales (la libra y la arroba) se utilizó una balanza de sensibilidad hasta la milésima de grano y una báscula de un gramo de precisión. Las medidas de capacidad de líquidos fueron cotejados “mediante el peso del agua que contienen y apreciando hasta el mililitro”. Las de áridos fueron calculadas comparando con el peso de la semilla de mostaza contenida en los recipientes patrón. Las medidas de superficie resultaron difícil de determinar dadas las diferencias existentes entre los diversos pueblos. Puede también consultarse, para ampliar esta breve información, ”Pesas y medidas españolas antiguas, patrones del siglo XIX anteriores al SMD”, CEM 1999, p. 31-34. Publicadas las equivalencias oficiales, van a proliferar muchas publicaciones provinciales y locales en las que aparecen medidas y más medidas con sus respectivas equivalencias, lo que evidenciará la existencia de otras de las que no se tenía conocimiento oficial. A este respecto, cabe mencionar el magnífico libro de Joaquín María Fernández, catedrático de matemáticas en el instituto agregado a la Universidad literaria de Oviedo, “Nociones de aritmética aplicadas al nuevo sistemas de pesos y medidas”, Oviedo, 1862.
Como se apunta, líneas arriba, solo se trasladan las que exige “La Comisión de pesas y medidas” y se quedarán sin homologar, por ejemplo, las concernientes al caudal del agua fluyente y otras muchas de tipo local menos conocidas. Las unidades de medida trasladadas a los parámetros del SMD son réplicas de prototipos usados en 1849 y no es fácil saber si estas, en 1500 o en 1617, tendrían la misma magnitud que en 1849. Del estopo no sabemos su valor, como de muchísimas medidas medievales: azuder, arienzo, aranzada de peso, almudeio, canadiella, justicia, etc. El denominado “marco alfonsí”, por el que se regían los pesos desde la pragmática de Alfonso X el Sabio (año 1261), pesaba 233,85 gramos, pero este peso se reduce a 230 gramos en tiempos de los RRCC y en 1799 Gabriel de Ciscar le otorga 230,04 gramos. Así pues, tres pesadas diferentes para una misma unidad de medida. Hay que situarse en un tiempo concreto a la hora de hablar de la magnitud de una unidad de medida, porque esta va cambiando. Saber cuánto cubicaba la tega de cuatro celemines castellanos en el siglo XIII-XIV es calentarse la cabeza, lo mismo que saber la longitud del codo navarro en el siglo XIII. Por otra parte, identificar métricamente el “jugerum” romano con la jovada catalana en la repoblación de Valencia, es gastar tinta sin necesidad. Hay estudiosos que han hecho patria al hacer equivalentes la porca romana y la catalana. ¿Cómo puede explicarse que el modio (moyo) romano de unos ocho litros de capacidad, haya pasado a medir 255 litros y que sea equivalente a la cantidad de 120 ladrillos en tierras gallegas en el siglo XX? Enigmas como este son abundantes en la MEDTRA.
Nadie va a negar la autoridad al profesor que fue D. Antonio Barrios García, el historiador experto en asuntos abulenses del Medievo. Pues bien, a este ilustre profesor también le tento el trasladar unidades de medida medievales al SMD como sucede en su magnífico libro, “Estructuras agrarias y de poder en Castilla: un ejemplo de Ávila (1085-1320), página 99 : “Como unidades de superficie de tierras de cereal se empleaban además la huebra, el buey de heredad o heredad para un yugo, la yunta o yugo de bueyes y la yugada. […] Pero, ¿qué proporción guardaban las yugadas con las obradas y las huebras y a cuántas yugadas y obradas equivalía el buey de heredad? En muchas regiones se atribuye actualmente a la yugada una extensión de 32 hectáreas, equivalencia que para Avila y en época medieval es necesario rebajar bastante. El profesor Barrios tiene que reconocer que “las 32 hectáreas, equivalencia que para Avila y en época medieval, es necesario rebajar bastante”. En cada zona de España estas huebras, obradas, yugadas, yuntas, yugo de bueyes podían ser diferentes en cuanto a superficie y especialmente en la Edad Media; en el siglo XVIII se procura uniformarlas.
Leemos en un trabajo lo siguiente: “Conclusiones. La pretensión fundamental de este trabajo era llegar a la determinación de la magnitud de los dos patrones de vara de Toledo. Asignamos el valor de 906 milímetros a la longitud de la vara vieja - patrón alfonsí -. Pero quede claro que no podemos asegurar la estabilidad de este valor longitudinal en todo el período 1261-1568, en el que nos parece muy probable su uso en tierra de Toledo. En los sistemas metrológicos antiguos sucede con frecuencia que la legalidad y la realidad metrológica caminan separadas”, apud J. Cobo Avila, “Algunas consideraciones sobre la vara de Toledo” en el tomo VII del primer congreso de Hª de Castilla-La Mancha. (1988), p. 191 a 197. Un noble deseo es tratar de trasladar las antiguas medidas al SMD, pero no resulta nada fácil.
Finalmente se hace necesario citar unas líneas del trabajo de Aznar García, vol. 1, p, 294. “los trabajos… van a demostrar que una cosa son las medidas teóricas de las provincias y otra las que en realidad se usan, bien en su capital, bien en los pueblos cabezas judiciales, bien en las villas o aldeas… Sobre la diversidad de las pesas y medidas usadas en España se ha escrito mucho…tal variedad es suficientemente desmesurada como para que ningún autor, ni ningún texto, sea capaz de recogerla en su totalidad”.
7. La unidad de medida con sus múltiplos y divisores: SMD versus MEDTRA. Presentamos meros apuntes de un tema de tanta enjundia. Para medir hay que saber contar porque la medida solo se expresa cuantitativamente. No es una medida “una gran pella de trigo”, pero sí “la pella de trigo mide 1200 almudes”. Para saber cuánto trigo hay en ella, se ha usado la unidad de medida llamada almud que cubicaba 27,750 litros. La citada pella de trigo medida por almudes ha resultado tener 1200 unidades de almud. La cantidad de trigo se ha reducido a almudes para darnos cuenta mejor del trigo del que se dispone. Dicho esto, son muy acertadas las palabras Gabriel de Ciscar escritas en 1800: “No se puede dar una idea exacta de una cantidad sino comparándola con otra conocida a que suele darse el nombre de unidad. Medir una extensión es hallar las unidades y partes de unidad de que se compone”. Medimos, pues, a partir de una unidad que María Moliner (“Diccionario de uso del español”) define en estos términos: “la unidad es cada cosa completa y diferenciada de otras que se encuentra en un conjunto contable. Cada avión de una flota”.
Podemos decir que el SMD se erigió sobre los errores de la MEDTRA. Los sabios que idearon el SMD partieron de la medida del meridiano terrestre y tras largos debates definieron las unidades básicas de su sistema: el metro, el kilo y el litro. Los múltiplos y submúltiplos de cada uno de ellos aumentan y disminuyen de 10 en 10, y de ahí la calificación de “decimal” a su sistema métrico. Para recordarlos mejor, los nombres de los múltiplos se forman con los prefijos griegos deca (para 10 veces), hecto (para 100 veces), kilo (para 1000 veces) y miria (para 10000 veces), y los submúltiplos se reconocen por prefijos latinos: deci para 0,1; centi para 0,01 y mili para 0,001.Tiene mucha razón el célebre matemático asturiano Fernández “Cardín” cuando escribe: “¿Y será verdad que la nomenclatura del nuevo sistema sea tan difícil de retener que por esto solo hayamos de renunciar a sus muchas ventajas? Once palabras únicamente entran en su formación; y de estas, solas cuatro sería absolutamente preciso conservar en la memoria para la mayor parte de los usos comunes, a que puede tener aplicación” – apud Nociones de aritmética… IV - .
Por el contrario, el nombre o denominación de las unidades de medida de la MEDTRA no guardan analogía alguna con las restantes; véase apartado 11.
La MEDTRA no observa siempre una sistemática, una proporción numérica entre los múltiplos y divisores. El SMD opera siempre con la base decimal. Sabios de la medida, como el español V. Vázquez Queipo, defendían la base “duodecimal” por su tener más divisores que la decimal. Y dicha base duodecimal aparece muy a menudo en la MEDTRA como se constata por la primera reglamentación de los pesos y medidas de 1261 y ordenada por Alfonso X el Sabio: “E por ende tenemos por bien e mandamos que la medida mayor del pan sea el cafiz toledano, en que a doze fanegas; e la fanega, en que a doze celemís; e el celemí en que a doze cuchares. En Roma a la unidad de mayor de un subsistema métrico la denominaban “as”, al tiempo que la dividían en doce partes o “uncias”.
La cifra 576 es divisible por doce y por ello aparece constantemente en la MEDTRA. Fue tal su universalidad que la medida superficial romana, “heredium” tenía los 576 escrúpulos o “decempeda” cuadrados. La onza española tiene 576 granos, al igual que puntos tiene la novena parte de la vara, como el cahíz esta misma cantidad de cuartillos. La libra médica tiene 576 óbolos. A mediados del siglo XVIII, muchos agricultores españoles o castellanos a sus fanegas de tierra le asignaban una superficie de 9216 varas cuadradas, lo que hace que el lado del cuadrado sea 96, y estas 96 varas pasadas a estadales hacen 24. El cuadrado de 24 de lado es 576 estadales. Esta cifra no le pasó inadvertida a Juan López de Peñalver (1763-1834), excelente matemático, quien asignó a la fanega de tierra la superficie de 576 estadales, en la última reforma metrológica española en 1801. De esta forma los submúltiplos de la fanega daban números redondos o sin decimales: la media fanega 288 estadales, la cuartilla 144, el celemín 48 y el cuartillo 12. Puede comprobarse cómo detrás de cualquier unidad de medida estaba siempre vigilante el matemático o el físico.
La MEDTRA utilizó constantemente unidades de medida, cuyos múltiplos y submúltiplos nacían de dividir o de multiplicar por 2 la unidad de manera sucesiva. Esta forma de operar es muy intuitiva y la puede llevar a cabo un iletrado. Ejemplos de este comportamiento lo podemos constatar en la cultura metrológica musulmana-andalusí: 1 den = 4 artabes (66 litros.) = 8 cafiz (33 l.) = 16 woebe (16 l.) = 32 ferk (8 l.); apud, VÁZQUEZ QUEIPO, Essai-systè-metri-anciens-peuples, (1859), p. 249.
Ciertas culturas han asociado el número 7 a lo divino, a aquello que se rige por leyes cósmicas y espirituales y, pese a ser número primo, lo llevaron a la metrología. La goravilla vasca (13,67 m.) está formada por 7 estados y cada uno por 7 pies. El amalauoñ vasco consta de 14 pies. La pértiga navarra se compone de 7 codos. La poca divisibilidad del 7 no proporcionó muchas unidades de medida.
Las unidades de medida de este diccionario, se clasifican bajo estas magnitudes, aspectos o atributos: agrupación-conjunto, arqueo-aforo, calibre-anillo, cantidad-porción, capacidad de áridos, capacidad de líquidos, caudal del agua fluyente, envase-recipiente, longitud, masa-peso, monedaje-dinero, patrón-prototipo, pesa o ponderal, punto, superficie, valoración-precio, volumen-carga. Así pues, cada entrada de diccionario, que sea unidad de medida, viene definida por una o varias de estas magnitudes, que en el caso de almud son: 1. capacidad de áridos 1028; 2. patrón de áridos 1047; 3. superficie agraria 1138; 4. capacidad de líquidos 1047. Así pues, almud se define a partir de las cuatro magnitudes enumeradas y los números son los años en aparecen por primera vez. Para abundar en estos aspectos se hace necesario acudir al apartado MAGNITUDES de esta “Página Web”.
8. La MEDTRA utilizó un elevado número de unidades de medida. Un problema considerable era el elevado número de unidades medidas para los mismos fines y, por otra parte, la misma medida tenía diferente magnitud en otro lugar. El ir a una ciudad para vender productos que como tal van “medidos”, suponía, en ocasiones, establecer engorrosas equivalencias que nunca eran fijas. Tales circunstancias dificultaban mucho el comercio. Las medidas antaño iban llegando al mercado de forma imparable, sin límite de número. El SMD las limitó desde un principio al crear tres unidades básicas: el metro, el litro y el kilo.
Damos a conocer un largo listado de medidas-envases de áridos a lo largo del tiempo en España. Muchas no pasaron de la Edad Media; otras dejaron de usarse en el siglo XVIII y al siglo XXI han llegado unas pocas:
almorzada, almuesta, almudí, almud, alquer, aranzada, arienzo, ataur, azuder, barchilla, cadae, cahíz, caván, celemín, chilla, coca, conca, copín, corbe, cozuelo, chilla, chupa, cuartal, cueza, cuezo, cuarta, cuartero, cuarterón, cuartilla, cuarto, cubo, cuchar, cunca, dedada, delcata, escá, escudilla, estopo, fanega, ferrado, gonta, halda, hemina, lastre, legora, maquila, maquilo, menda, mesero, modiata, modín, mogata, moyo, ochava, ochavo, olla, palada, paletada, pulgarada, puñera, rapada, raser, robo, semimodio, semoyo, sextero, siguileta, tablada, tahúlla, talega, tega, treudera, vaso, zurrón, zurronada. Son visigodas: estopo y escá. Son de origen árabe: almudí, almud, alquer, azuder, barchilla, cadae, cahíz, maquila, maquilo, modín, robo y talega. Las de más capacidad fueron lastre y modín que están relacionadas con el arqueo de los barcos. Modín sería un derivado de almudí y es específica de la sal; se le asignan veinte fanegas. El lastre, que debe su nombre al alemán "last" 'carga o peso', fue la unidad de cómputo de la sal gaditana exportada. Hay autores que le adjudican 18 barriles de capacidad.
Si son muchas las unidades de medida de áridos, hacer un inventario de las medidas para líquidos no resulta fácil, pues siempre puede aparecer una medida de carácter local que incluso haya llegado hasta nuestros días, en algún punto de la geografía española. Junto a esto tenemos que decir que asignar el valor o cabida a estas vasijas es ardua tarea y si se intenta, no se está muy seguro de que nuestras indagaciones hayan sido ciertas. Muchas no pasaron de la Edad Media y otras no llegaron al siglo XX. No incluimos las medidas del agua fluyente.
Ponemos en orden alfabético la lista que siempre estará incompleta: acetábulo, alquez, aranzada, arienzo, arroba, azacán, azumbre, barrica, bocoy, cachucho, calabazo, canadiella, caneca, cantara, cañado, carabido, carapito, , carral, casco, chico, chiquito, chorrrada, chupa, ciato, coca, colodra, colodro, compidial, congio, copa, cortadillo, cuartal, cuartán, cuartera, cuarterola, cuarterón, cuartezna, cuartillo, cubeto, cuddy, dinerada, dineral, escancia, ferrada, folleta, fustete, galleta, ganta, jarro, justicica, libra, maquila, maquilo, maravidada, meaja, meajada, medial, medinelo, mesura, metreta, miedro, mitadilla, moduelo, morón, moyo, moyón, moyuelo, neto, nietro, olla, panilla, pichel, pichola, pinta, porrón, poto, prebera, quinta, rapada, sextario, tagra, terraza, terrazo, tina, tinaja, urna. Son árabes: alquez, arroba, azacán, azumbre, cuddy, maquila, tagra.
9. La unidad de medida definida con una magnitud inadecuada. La MEDTRA al dejarse llevar por la funcionalidad pudo medir inadecuadamente la superficie de la tierra de labor a partir de la cantidad del grano utilizado al sembrarla. Las superficies que se generaban eran muy variables debido a la forma de sembrar, la calidad de la tierra, la hidrografía, el tipo de grano, etc. A tal circunstancia se llamaba “medir por la sembradura” y lo han llevado a cabo todas las culturas del mundo. Poco le importaba al agricultor saber la superficie; atendía preferentemente a la cantidad de grano empleado.
También una finca se medía por el tiempo que tardaba en ararla una yunta de bueyes o de mulas en una jornada laboral: >yugada, huebra, jornal, día de bueyes, etc. denominaciones de medidas superficiales. Por otra parte, se llama carro a la superficie segada de una pradera cuya hierba cada vez que llena el carro compone una unidad de medida con dicho nombre. Pero la viña también se medía en función del tiempo y el trabajo. Así una peonada, peón, jornal, hoz de poda, cavadura, hombre, etc. era la superficie de viña que cavada o podaba un trabajador en una jornada laboral.
También el hombre midió ocasionalmente la tierra por su valor: una alfaba. Cada alfaba equivalía en Murcia a un número determinado de tahúllas según la productividad de la tierra y aumentaba el número de >alfabas si la tahúlla era de regadío. En Arenas de San Pedro (Avila), siglo XVIII, medían las viñas por el número de cepas, 100; en otros lugares por 200.
Medir el grano por la capacidad es un método que da mucho error pues también se miden los huecos que originan las nueces al ser medidas de esta forma. Las hojas de morera unas veces se medían por su peso en arrobas y otras por costales llenos. La legua se ha definido como el espacio que se recorre en una hora. No nos ha de extrañar que se hable de leguas cortas y largas como la de Cervera (Cataluña) en función del tiempo empleado, siendo siempre la misma longitud.
Muchas unidades de medida surgen de una “agrupación”: cada tres golpes de hoz una manada, y seis manadas una gavilla y seis gavillas un haz. En estos casos no hay un patrón consolidado y menos guardado bajo siete llaves. El hombre mientras tanto sigue midiendo funcionalmente para poder entenderse… y así “tablero” es una “unidad de medida” entre los ajedrecistas en el año 2025.
10. El valor de las cosas condicionaba la unidad de medida en la MEDTRA. Puede sorprendernos que en la primera pragmática de medidas, año 1261, el rey Alfonso X pusiera el foco en la carne por su importancia como alimento y, por su mucha densidad, optó por pesarla con el arrelde, una pesa muy alta que se quedará finalmente en 3 libras equivalentes a 1,350 kilos, la libra carnicera. Si la carne se pesaba escrupulosamente, no así las vísceras de los animales que “se vendían a ojo”. Si un producto tenía un peso específico muy alto, como el hierro, en la misma proporción se utilizaba el ponderal. El aceite se solía medir por su pesada y en un momento dado se exigía que fuera por un quintal no de 4 arrobas sino de 10. Lo mismo ocurría con los productos vegetales verdes o secos, mayor y menor ponderal respectivamente.
Ciertos productos solo se podían comprar por pares: perdices, palomas, pavos y las merluzas. Por millares se vendían las sardinas, ladrillos y tejas. Otras cosas por cientos solamente y los botones y tablas por gruesas, doce docenas. Había tres clases de patrones de barchilla, medida típica de Valencia: una llamada frutera de boca amplia para la venta de frutas secas como nueces, avellanas, almendras y castañas y, por no apelmazarse dichos productos, la medida era colmada. Había una segunda barchilla de diferente capacidad para medir trigo y una tercera para la sal que se vendía colmada.
Puede sorprendernos que en Navarra se emplearan 5 codos de distinta longitud. El codo de mayor longitud se empleaba para medir la tierra de una finca de labor; el codo para medir la fusta, la madera, era más corto que el anterior y para medir la tela de peor calidad el codo era menor que el de madera y se reservaba el codo más pequeño de todos para las telas preciosas como la seda. Las telas de cierta calidad utilizaban el codo intermedio.
En Candeleda (Avila), en el siglo XVIII, la fruta se vende por docenas, como es el caso de limones, naranjas, toronjas, granadas; sin embargo, las uvas por su peso, arrobas. En ocasiones, comprobamos que el cahíz hace 12 fanegas, pero para la venta de la sal contenía tan solo 4. El arroz en Valencia en el siglo XIX se mide de dos modos: el rojo que así se llaman al que tiene todavía la cáscara [...] se mide a colmo por cahíces de 12 barchillas. El blanco, que es el que no tiene ya cáscara, se mide por arrobas de 36 libras de 12 onzas o por cargas de 10 barchillas. Las medidas envases del aceite se hacían un 10 % más grandes que las del vino para equilibrar el peso de ambas; el aceite pesa menos.
Por otra parte, el ferrado, medida de capacidad para áridos, equivalente a doce concas en algunas partes, a diez y seis en otras, como sucede en Vigo, Redondela y península de Morrazo; cada cuatro ferrados de doce concas componen una fanega de la medida de Avila, en la mayor parte de Galicia; en algún punto, cinco ferrados hacen una fanega y en otros bastan tres para completarla.
Los productos de farmacopea se medían con ponderales bajos por el valor y el peligro en las dosis: la libra pesaba 345 gramos frente a la libra de la cera que pesaba 460 gramos. No se empleaban múltiplos de esta libra sino los submúltiplos: la onza (28,7550 gramos), el dracma ((3,5944 gr.), el adarme (1,7972 gr.), el escrúpulo (1,1982 gr.), el óbolo (0,5990 gr.), el carácter o silícua (0,1996 gr.) y el grano (0,0499gr.).
11. Procedencia y denominación de las unidades de medida en la MEDTRA. Diremos que una parte de las unidades de medida es de procedencia romana; otra deriva de la cultura árabe-andalusí; siendo excepcionales las de procedencia germánica como estopo, escá. Pero son muchas más las de creación romance como cuerda, peonía, caballería, azada de agua, cuadra, onza de simiente de seda, cordel, cañada, tarea, suerte, etc.
Como signos lingüísticos, el nombre de la medida es de naturaleza arbitraria y no motivada. Hay una motivación morfológica derivada en las unidades que designan fracciones, media, medio, mitadilla, para 2, terza, tercerola, tercia, para 3; cuarta, cuartilla, cuartillo, cuartezna, cuarterón, cuarto, etc. para 4 y ochavo, ochavillo, ochavilla, octava, etc. para 8. La raíz árabe “rub-“, cuarta parte, aparece en arroba, robo; la octava parte, “tumi”, se encuentra en las medidas celemín y azumbre.
Hay una motivación numérica en docena, quincena, veinte, cuarental, centena, millar. Muchos nombres de medidas son metáforas o metonimias: caballería, peonía, muela, cuerda, cadena, nudo marítimo, vara, pértiga, sabana de tres piernas, onza de seda, una cama de 7 husillas, un negro de uña.
Llama la atención que algunas medidas aparezcan con sufijos apreciativos diminutivos: ochavilllo, libreta, cozuelo, medianuelo, cozuelo, copin, cuartillo, canadiella, hijuela, etc. Serían aumentativos o intensivos: cebatada, almorzada, brazada, celeminada, almudada, dinerada, odrinada, cozolada, henazo, hocetazo, hozada.
12. Quizá lo más interesante de la medida tradicional sea averiguar de qué magnitudes, aspectos o atributos culturales se valió el hombre para medir. El hombre de antaño creaba unidades de medida para “hacerse con la realidad o dominarla”. Lo que puede llevar sobre sus lomos un animal mular se medía por la unidad llamada carga, en lugar de considerar la magnitud masa-peso y hacerlo por arrobas de 11,5 kg. En el fuero medieval de Navarra, la edad de una persona para pagar los tributos no se medía por los años cumplidos sino por la longitud del vello púbico expresado en pulgadas. Medir la cosecha de trigo por un número de haces, es poco afortunado para un físico, pues el haz como “unidad de medida” es muy variable y está sometido a muchas contingencias. Para saber el peso de un cerdo se pasaba una cuerda anudada por el bajo vientre y, por lo sobrante de la cuerda, se sabía el peso aproximado. Las distancias se podían calcular a tiro de piedra, de onda, de fusil, de lombarda, etc. Y un prado estaba a cinco minutos o como mucho seis.
13. El poder impone en un principio el patrón de una ciudad. A la hora de estudiar la antigua metrología, no puede pasarse por alto que desde 1261 el rey elevará a oficiales los patrones que tenían las ciudades más importantes: Toledo, Burgos, Avila, Valladolid, Sevilla. Los patrones se fijaban para las magnitudes de peso, longitud y capacidad de líquidos y áridos. Los patrones son determinantes y nos proporcionan una referencia indispensable y utilísima.
Así pues, los ordenamientos metrológicos comienzan con Alfonso X, años 1261 y 1268; le sigue Alfonso XI en 1348; y a este Juan II en 1345... El último data de 1801. En cada ordenamiento se producen cambios; es decir, un patrón cambia de ciudad y por consiguiente de magnitud. El patrón de los áridos es el de Toledo en un principio, pero en 1435 pasa al pote de Avila definitivamente. La vara de Toledo es sustituida por la de Burgos en 1348; en 1345 la vuelve a recuperar Toledo, pero en 1568 vuelve a pasar definitivamente a Burgos. El vino o los líquidos se gobernarán por la cántara de Toledo. Y en 1488 los RRCC ordenan la igualación de los patrones del oro y de la plata de Toledo y Burgos respectivamente. Es decir, suprimen las diferencias que pudiera haber a partir de la forma en que se dividían. El marco del oro es afinado de 233 gramos a 230 por Pedro Vegil que se convierte en el “Marcador Mayor del Reino de Castilla”, a quien se entregan los marcos y cuños originales que se han de guardan en la propia Corte. Pedro Vegil será el encargado de custodiar y difundir los únicos pesos legales en todo el territorio real. Desde entonces el patrón estará en manos de la Corona, no en una ciudad, lo que confirma la importancia del peso y la autoridad del rey.
Por lo sucedido, se comprenderá que un “patrón viejo” se siga utilizando aún cuando haya sido sustituido por otro. Es decir la fanega de Toledo se usará en Galicia, Avilés o Logroño en el siglo XVI, cuando desde 1435 se ha impuesto la fanega de Avila (Pote de Avila). La vara de Toledo y la de Burgos se usaron al mismo tiempo a la que se sumaba la de Medina del Campo.
En el pueblo de Alborea (Albacete), utilizaban tres patrones correspondientes a tres ciudades: Avila para medir los granos, Sevilla para medir los líquidos (vino) y León para las longitudes. “Se husa la medida de almud que se compone de seis partes o zelemines y cada uno de quatro quartillos según el “Pote de Abila”. La arrova de vino se compone de ocho azumbres y cada azumbre de quatro quartillos y cada uno de diez y ocho onzas y tres quartas que haze una arrova treinta y siete libras y por la de peso una arroba veinte y cinco libras, cada libra de diez y seis onzas según el “padrón de la ciudad de Sevilla”. La vara para medir conforme a la de León de quatro quartas con la que se haze la medida de las tierras de esta diezmería por apeo real que se compone un almud de tierras de esta medida de cinco mill seiscientas veinte varas en quadro en todas tres cualidades que llevan declaradas”- apud Catastro de Ensenada (1749-55) pregunta novena-.
El hecho de que el patrón pase de una ciudad a otra solo se debe a rivalidades políticas entre las grandes ciudades. Tener en la ciudad el patrón nacional daba prestigio al municipio y el acudir al mismo para hacerse con una réplica certificada hacía correr la moneda. Así pues, podría afirmarse que la envidia y el cainismo no han faltado en la historia de la metrología española. El trabajo de Marcos Burriel, “Informe de la ciudad de Toledo…” del año 1758, amen de una excelente monografía metrológica, también es una añoranza de lo que fue Toledo, sin olvidar el mal trato recibido por parte de otras ciudades.
Significativa por su organización y rigor metrológico fue la pretendida reforma que se intentó aplicar en la Corona de Aragón, Corts de Montzó (1585), al adecuar la “medida” (mesures i mides) de todos los municipios, grandes o pequeños, a los usos de la ciudad de Barcelona.
C. Normas de uso de este diccionario
14. Lema: “Entrada: Unidad de medida”. Como todo diccionario se abre con el lema o la palabra que encabeza un artículo de un diccionario o de una enciclopedia. Si se trata de una medida gallega se resalta en color verde, en rojo si es catalana y en azul cuando es castellana o española. En dicho color, azul, se incluyen también unas cuantas medidas árabes andalusíes que no pasaron al romance; así como vasquismos, aragonesismos y otras variedades diatópicas. En el caso de que dos lemas sean idénticos, como puede ocurrir con la palabra “ferrada” en castellano, gallego y catalán, se diferencian por partida doble: el color y además el índice 2 (ferrada-2) y en el caso del catalán por el índice 3 (ferrada-3). Hay que apuntar que todos los lemas que son unidades de medida son sustantivos – excepcionalmente puede aparecer un adjetivo como jemal, modial, moyal, codal-. Por ello, tras el lema no se anota la categoría gramatical. Debajo del lema aparece: “Entrada: Unidad de medida”. Las palabras que son unidades de medida van clasificadas por alguno de estos atributos, aspectos o magnitudes: agrupación-conjunto, arqueo-aforo, calibre-anillo, cantidad-porción, capacidad de áridos, capacidad de líquidos, caudal del agua fluyente, envase-recipiente, longitud, masa-peso, monedaje-dinero, patrón-prototipo, pesa o ponderal, punto, superficie, valoración-precio, volumen-carga. Las unidades de medida También puede aparecer, en mucha menor medida: “Entrada: Palabra afín”.
15. Lema: “Entrada: Palabra afín”. Tienen tal consideración los lemas que no son “unidades de medida”, pero están relacionados con ella bajo circunstancias varias. Se consideran entradas “afines” las voces almotacén, fiel medidor, varear (o medir por varas), colmado, raso, afielar, contrastar, sellar una medida, etc. Aparecen en la pantalla en color malva y solo se consignan las pertenecientes a la lengua española. Como puede comprobarse, ahora hay verbos y adjetivos que figuran como lemas. Las entradas “afines” se despachan con la definición y con dos o tres autoridades por lo general y, junto a esto, no se consignan variantes ni asuntos etimológicos o culturales.
16. Lema: “Entrada Sintagmática”. En el apartado primero decíamos: Lo peculiar o singular, no obstante, de este diccionario, bajo el punto de vista formal, radica en la utilización de la “entrada sintagmática” o “entrada indirecta”. Son lemas que se caracterizan por llevar siempre el grafo > que remite únicamente a las entradas que son “unidades de medida”. Tienen la condición de “entradas sintagmáticas”:
a). Las variantes gráficas o fonéticas de los lemas que son entradas de una “unidad de medida”. En el caso de almud se han reseñado estas: almó 2-1945; almú 1931; almude 1123, almut 1179; almute 1028; almuth 3-1280; almuz 1320. El número de cuatro cifras es el año en que aparece por primera vez en nuestro Corpus. En 2-1945, el 2 indica segunda acepción de almud. En 3-1280, el 3 es la tercera.
En el diccionario aparecen de esta forma: remiten a una palabra, puede aparecer el año de referencia, y acaban siempre con un punto ( . ):
almó > almud 2-1945.
almú > almud1931.
almude 1123.
almut 1179.
almute 1028.
almuth 3-1280.
almuz 1320.
b). Las locuciones (o lexías complejas) de tres componentes léxicos que son entradas de una “unidad de medida” como es el caso de “onza de seda”. En el diccionario aparecen de esta forma, sin año de referencia y sí punto ( . ):
seda onza de > onza de seda.
Es decir, se trocea el sintagma para presentarlo de manera inversa y el grafo > remite a la entrada “directa”. Y al marcar con el ratón del ordenador, bien en “seda onza de” o en “onza de seda”, aparecerá en la pantalla:
seda onza de > onza de seda. (Sintagmática)
onza de seda
El lema “onza de seda” da paso a la amplia información de la entrada. Así pues, cada vez que se marca una entrada sintagmática en el índice del diccionario, te lleva al lema de la entrada directa en donde aparece dicha entrada sintagmática.
En otros casos, como “fanega de Toledo”, “fanega toledana”, “fanega de Ávila” no constituyen formantes lexicalizados (no son ni locuciones, ni lexías compuestas). Por la información metrológica que aportan consideramos que se haga necesario resaltar los dos componentes para aviso del lector. Se presenta de esta forma:
ávila fanega de > fanega de Avila.
toledo fanega de > fanega de Toledo.
toledana fanega > fanega toledana.
En el caso de almud, tras el estudio y desarrollo de dicha palabra, aparecerán ordenadas alfabéticamente la entradas sintagmáticas en el índice de la palabra A:
almud de fierro > almud 2-1351.
almud de palo > almud 2-1528.
almud de sembradura > almud 3-1250.
almud de tierra > almud 3-1508-1749-1780.
almud de Tudela > almud 1310.
almud del concejo > almud 2-1351.
almud derecho > almud 2-1351.
almud ferido > almud 2-1527.
almud labrantío > almud 3-1822.
almud meitadero > almud 1446.
almud raso > almud 2-1341.
almud sellado > almud 2- 1527.
almud sembradura > almud 3-1280.
almud señalado > almud 2-1396-1496.
Al marcar: almud de fierro > almud 2-1351., en la pantalla aparecerá:
almud de fierro > almud 2-1351. (Sintagmática)
almud
Nos ha remitido a almud y en su acepción 2 (segunda), año 1351, se encontrará un texto en el que aparece el sintagma “almud de fierro”.
En el caso de “almud derecho”, aparece en el Corpus como “almut” y en caso de “almud sembradura” como “almuth”... Como quiera que las “variantes” se registran por su orden alfabético, al formar una entrada sintagmática se consigna, solamente, con el lema de la “entrada directa” y no hay saltos de orden alfabético. Por otra, al acceder a la cita, se comprueba si es o no variante. Y por ello, también aparecerán estas entradas sintagmáticas en las letras c (concejo), d (derecho), f (fierro)…
concejo almud del > almud 2-1351.
derecho almud > almud 2-1351.
ferido almud > almud 2-1527.
fierro almud de > almud 2-1351.
labrantío almud > almud 3-1822.
meitadero almud > almud 1446.
palo almud de > almud 2-1528.
raso almud > almud 2-1341.
sellado almud > almud 2- 1527.
sembradura almud > almud 3-1280.
sembradura almud de > almud 3-1250.
señalado almud > almud 2-1396-1496.
tierra almud de > almud 3-1508-1749-1780.
tudela almud de > almud 1310.
También se presentan como “sintagmáticas” hombre de cava y cava de hombre; cavadura de hombre y hombre de cavadura. Tanto hombre como cava, aisladas (no en construcción sintáctica) son “unidades de medida”.
c). Las entradas que son o no locuciones formadas por cuatro o más componentes léxicos:
1. hemina aforada de Durango
aparecerá como:
hemina aforada > hemina 2-1490.
aforada hemina > hemina 2-1490.
hemina de Durango > hemina 2-1490.
durango hemina de > hemina 2-1490.
2. hemina fiel del concejo de Bilbao
se presenta de esta forma:
hemina fiel > hemina 2-1515.
fiel hemina > hemina 2-1515.
hemina del concejo > hemina 2-1515.
concejo hemina del > hemina 2-1515.
bilbao hemina de > hemina 2-1515.
hemina de Bilbao > hemina 2-1515.
Al acudir a hemina 2-1515, sabremos la construcción completa. Las conclusiones que se derivan de tal sintagmática es que se puede saber, por ejemplo qué unidades de medida llevan el calificativo de fiel, fieldad. , lo mismo que derecho, aforada, toledano, toledana, de Toledo, de Bilbao. etc. Esta combinatoria aporta con gran comodidad una riqueza léxica y semántica sin precedentes. Ningún diccionario que sepamos se estructura de esta forma. La informática lo hace posible. El adjetivo derecho indica que el patrón está afielado por el almotacén. El almud de palo se refiere a que el patrón se fabricaba con madera. Estas informaciones son importantísimas para la metrología. Un gramático podrá decir que se ha podido violentar la sintaxis.
17. Metra. Quiere decir metrología, metrológica o asuntos relativos a los pesos y medidas tradicionales. Cada una de las entradas clasificadas como “unidad de medida” – que no “entrada afín” - se adscriben a uno de estos atributos, aspectos o magnitudes que definen la medida: agrupación-conjunto, arqueo-aforo, calibre-anillo, cantidad-porción, capacidad de áridos, capacidad de líquidos, caudal del agua fluyente, envase-recipiente, longitud, masa-peso, monedaje-dinero, patrón-prototipo, pesa o ponderal, punto, superficie, valoración-precio, volumen-carga. La unidad de medida tiempo, no se recoge en el Diccionario. El tiempo lo estudiamos en nuestra tesis doctoral, que se puede consultar en esta base de datos: “Expresiones referentes al amanecer y al anochecer en la lengua española”.
Veamos unos ejemplos:
almud / Unidad de medida / Metra: 1. capacidad de áridos 1028; 2. patrón de áridos 1047; 3. superficie agraria 1138; 4. capacidad de líquidos 1047.
fanega / Unidad de medida / Metra: 1. capacidad de áridos 1148; 2. patrón-envase 1405; 3. superficie agraria 1189.
Dicha relación o nómina de atributos no se ajusta, en su totalidad, a parámetros científicos. Los hay objetivos o físicos como la longitud, superficie, masa, tiempo, volumen, caudal del agua fluyente, capacidad de sólidos y líquidos. Otros son más bien funcionales por lo que se solapan con otras magnitudes. Los envases-recipientes participan de la capacidad y de la masa-peso. Ante su complejidad remitimos al lector al apartado de esta base de datos, MAGNITUDES, en donde se estudian todos estos “aspectos” o “atributos” que creó el hombre a lo largo del tiempo.
18. Verba. En este apartado se recogen las variantes fonéticas y gráficas del lema de la entrada, siempre y cuando sea una “unidad de medida”. La palabra fanega puede aparecer como variante fonética así: faneuga 1443, o bien como variante gráfica: ffanega 1151. En estos casos, dichas variantes también pasan al diccionario como “entradas sintagmáticas” y que remiten a la entrada, “unidad de medida” a la que pertenecen:
faneuga > fanega 1443.
ffanega > fanega 1300.
Al seleccionar (pinchar con el ratón en faneuga o ffanega en la pantalla del ordenador) se despliega o aparece la entrada fanega en toda su totalidad.
19. Semata. Denominamos “semata” a la definición de la palabra. Lo esperado es que se definan las unidades de medida por su equivalencia con el SMD. Dichas tablas se editaron como es sabido en el año 1852. Como es sabido las unidades de medida tradicionales apenas si se utilizan en el año que corre, 2025, y su definición en los diccionarios debería de llevar el marbete de “arcaísmo”, “voz desusada”, “se utiliza en aún en Cantabria”. Lo más idóneo sería definir una unidad de medida con anterioridad y con posterioridad al SMD.
Veamos cómo define la fanega en su acepción de capacidad de áridos el Diccionario de Autoridades, 1732, con lo que no puede tener en cuenta la equivalencia que la otorga el SMD: “Medida de granos y otras semillas que contiene doce celemines y es la quarta parte de de lo que en Castilla llaman una carga de trigo, porque cabiendo en ella cerca de quatro arrobas de trigo, puede llevar un macho quatro fanegas. Dícese también hanega.” Se define a partir de su “comparación” con otras unidades que forman un sistema (o subsistema) metrológico; esto es, teniendo en cuenta los múltiplos y submúltiplos. Dicho de otra forma: las veces que una unidad está contenida en otra: La libra se define por tener un número variable de onzas (12, 16, 36, 48); la arroba por tener 25 libras; el quintal por tener 4 arrobas y la tonelada por tener 20 quintales, 80 arrobas, 2.000 libras, 8.000 cuarterones, 32.000 onzas, 512.000 adarmes, 1.024.000 pesantes, 18.432.000 granos y 920.186,0000 gramos..
Veamos cómo define la fanega en su acepción de capacidad de áridos el DRAE, edición 2001, lo que le permite hacer uso o no de la equivalencia que le otorga el SMD: “Medida de capacidad para áridos que, según el marco de Castilla, tiene 12 celemines y equivale a 55,5 litros, pero es muy variable según las diversas regiones de España”. Ahora la información preferente es su equivalencia al SMD, como no podía ser de otra manera. Para hablar de la medida tradicional se hace imprescindible y necesario establecer las equivalencias a nuestra realidad metrológica. El decir que “tiene 12 celemines” es un recordatorio de una época no muy lejana, como también es un hecho cultural el apuntar que es “muy variable” su capacidad.
Por otra parte, téngase presente que la definición se inicia generalmente con el nombre de una de las magnitudes o atributos presentados en el apartado anterior Metra. Algunos lemas (“unidades de medida”) pueden tener varias acepciones, como cabría esperar y es el caso de la aranzada, arienzo, cuartilla, fanega, etc. Definida la palabra de la entrada, a continuación se reflejan, si existen, otras definiciones y referencias metrológicas que aparecen en las citas del CORPUS. La palabra barchilla aparece definida de esta forma en el diccionario:
1. Medida de capacidad para áridos, de las provincias de Valencia, de valor variable, entre 16 y 20 litros. [1975 MOLINER]
{Otros valores y asuntos metrológicos de barchilla que se recogen en nuestro corpus:
a). 1243-68, Murcia, “medida de capacidad que equivale a la doceava parte del cahíz de sal”.
b). 1271, Murcia, “çinco kaffizes de çeuada chicos de la medida de la barchiella”.
c). 1589, Pérez de M. , “la hanega, dos varcellas. La varcella, quatro almudes”.
d). 1593, Zaragoza, “la vercella es dos quartales, hazen seys almudes; tres almudes hazen la media varcella”.
e). 1736 , “El cahíz 12 barchillas. La barchilla 4 almudes o celemí. Su sólido 2676 dedos”.
f). 1736, “de a 8 capazos de a barchilla”.
g). 1780, DRAE, “medida de granos, que vale la tercera parte de una fanega”.
h). 1795, Valencia,” la barchilla es de la medida de Valencia, y se da colmada.”
i). 1859, Aragón, “la dozaba parte de un cahíz de granos”.
j). 1924, Mora de Rubielos (Teruel), “media fanega”.
k). 1925, DRAE, “usada en las provincias de Alicante, Castellón y Valencia. En la primera equivale a 2.077 centilitros; en la segunda, a 166 decilitros, y en la tercera, a 1.675 centilitros”.}
El asunto metrológico se presenta aislado de la cita, sin variación alguna y entre comillas. Como se comprobará, son variadas las informaciones y hay que resaltar lo usual que era el definir una medida a partir de otra: doceava parte del cahíz, la hanega dos varcellas, la barchilla 4 almudes, la varcella es dos quartales… Las referencias metrológicas de la letra a). a k). aportan una información nada despreciable.
20. Corpus. Es el conjunto de citas de cada palabra y acepción. Analicemos este ejemplo:
[1514 Docu-medie-archi-muni Oiartzun (GUIPUZCOA), 33, 247]: Otrosý, que debemos mandar dar e mandamos que todos los seles del dicho conçejo de Oyarçun, los mayores se midan e señalen desde en medio del tal sel, poniendo allí vn hito e que aya en el tal sel mayor de la vna orilla a la otra çiento e sesenta e ocho braças e del hito al cabo, la mitad.
La fecha aparece en negrita, el título de la obra se indica con las dos sílabas de cada palabra que compone el título, si bien la ciudad o pueblo se presenta íntegro con indicación de la provincia en mayúscula, (GUIPUZCOA). En el caso presente el 33 es el capítulo o parágrafo…, siendo 247 la página del citado libro. Todas las citas se inician con letra mayúscula. Para localizar una obra que se presenta abreviada, hay que consultar la BIBLIOGRAFÍA. Las obras presentadas mediante abreviaturas corresponden a libros “leídos” o “escrutados mediante búsqueda informatizada” y de las que se han sacado en unos casos tres instancias, en otras 20 y también se ha llegado a las 80.
21. Varia. En ocasiones, y tras la data puede aparecer c, (circa), p (posterior), a (con anterioridad a ). Otras veces, la cita se sitúa a lo largo de un siglo - sea el siglo XIII - … en este caso se presenta como [1201-1299…]. La segunda mitad del siglo XIII: [1250-1299…]. Primer tercio: [1201-1233…]. Si es de principios: [1201-10…] y de finales: [1290-1299…]. En otros casos, la fecha se expresa así: [1345-1411...].
Al citarse varios textos de una misma página, lo usual es poner (3 espacios de barra ) /// (3 espacios) para separar los textos. Y si fuera otra página de la misma obra, ( 3 espacios) /// (3 espacios) [p. 234]. En ocasiones utilizamos [Ibid.] y […].
Las citas castellanas o españolas aparecen con las normas de acentuación adecuadas a la actual norma, en el caso de que no estuvieran acentuadas en la edición que se utiliza, sea texto medieval o posterior. Los textos en gallego y catalán se dejan como aparecen.
Al final de la autoridad, puede aparecer: >>> …….. <<<. En estos casos, se comenta algún aspecto singular del texto o de la medida.
En ocasiones, se han podido borrar los puntos que señalan o aíslan una cifra: .XII. Lo usual ha sido eliminar la mención de los folios u otras informaciones paleográficas secundarias al texto. Si los dos puntos: podían indicar punto seguido en los manuscritos del Catastro de Ensenada, se han convertido en uno.
Puede haberse alterado alguna coma o punto, si el texto lo ha podido exigir para su mejor comprensión.
P.D.: En cuanto a la forma de citar este diccionario, DHPMTRADICIONALES, se hace necesario poner la fecha (día, mes, año) dado que se actualiza constantemente.